Pero, ¿qué haces exactamente cuando las cosas van mal?
Hoy, hace un año y un día que murió Làctia, pero también hace un mes llegó Dalídia. Recuerdo a Làctia viva y feliz acompañada por su inseparable Indian y no puedo evitar sentir un pinchazo de dolor en medio del estómago cuando las imágenes de su muerte llegan a mi cabeza. Dejo que el dolor se desvanezca, sin oponer resistencia. Hacer lo contrario, en estos casos, sólo causa más sufrimiento.
No sé si esa muerte presagiaba un año complicado, pero así fue desde un punto de vista humano: enfermaron y murieron seres queridos, llegaron y marcharon caballos, empezó un asedio urbanístico en la zona donde vivo y trabajo y, las actividades en Equánima cayeron drásticamente con tanto confinamiento y tantos derechos fundamentales a tomar viento.
Agradezco mi pensamiento metafísico que me hizo y me hace vivir toda esta experiencia como la posibilidad de aprender más sobre la cognición, la razón, la emoción, la intuición y el instinto y la forma en que el cerebro responde a las diferentes situaciones que nos vamos encontrando en la vida y cómo, estas respuestas, afectan nuestro bienestar.
Concentrarnos en el camino hacia las soluciones, elaborar estrategias para llegar allí, disciplinarnos en su cumplimiento y aceptar los resultados (a pesar de la adversidad y los contratiempos), por contradictorios que parezcan, nos hace sentir en paz con nosotros mismos.
Cuando estamos en paz con nosotros mismos vivimos la vida de acuerdo con nuestra propia naturaleza, y eso significa que podemos reconocernos y saber lo que somos, elevando la consciencia y desapegándonos de la ilusión del mundo materia.
Observar a Dalídia, ver cómo su juventud lo explora todo y lo convierte todo en un juego es una fuente de alegría que dejo manar sin interrupción.